Seguro que alguna vez os habéis puesto a observar la felicidad de un niño, y cuando hacemos esto, los miramos con cara de entusiasmo y pensando, que son afortunados, porque son como son. Naturales y divertidos. Si un niño le apetece ponerse a bailar, cantar, gritar, llorar, reírse a carcajadas lo hace y se queda tan a gusto. Por esta razón de ser, ellos fluyen, no se quedan estancados con emociones reprimidas, las dejan salir y su vida sigue con total naturalidad.
Os imagináis, volver a ser niños, pero siendo adultos, ¿Cómo cambiaría nuestro mundo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario